A las 9:53 del 18 de julio de 1994 un coche bomba estalló en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y sacudió para siempre a toda la sociedad argentina.
Desde ese día y cada aniversario a esa hora exacta, suena una sirena que llama al recogimiento y a la memoria por las 85 víctimas fatales del atentado, sus familiares y los más de 300 heridos que aún cargan con las huellas de ese acto de terrorismo.
Pero en cada acto no solo se invoca la memoria, sino que año tras año se hace más fuerte el reclamo de verdad y justicia, ya que a casi 30 años del atentado y luego de innumerables trabas en la investigación, todavía siguen las dudas. Las heridas continúan abiertas.
Hoy, hijos y nietos de aquellas víctimas se encargan de mantener vivo el reclamo y la memoria de sus seres queridos. La sociedad tampoco olvida y exige.